domingo, 23 de octubre de 2011

A tres pasos y medio

El silencio en el ambiente se volvió abrumador ¿Quién era él? De verdad aquel hombre uniformado podría ser mi hermano, con quien acostumbraba salir a conciertos y fiestas, donde reíamos, tomábamos y en ocasiones peleábamos por las chicas del lugar. La alegría en mí fue cada vez mayor, pues al recordar los buenos momentos que compartí con mi hermano menor me ponían nostálgico. Nos quedamos inmóviles; ni él y mucho menos yo dijimos palabra por un par de segundos. Él caminó lentamente hacia donde me encontraba y cuando estuvo enfrente sonrió y luego me abrazó.

Contesté su gesto y de igual manera lo abrase. Como tenía tiempo sin verle y curiosidad de estar al tanto del paradero de nuestra familia. Comencé preguntando ¿Qué sabes del estado en que se encuentran  mamá y Diego? Él agacho la cabeza y se quedó meditabundo por un segundo o dos; “te parece bien si lo hablamos en otro sitio. Vamos a comer y a beber unos tragos de tequila”, me dijo. Yo moría de hambre y la pregunta ¿Que hacía en ese lugar tan desagradable? Y no como prisionero sino que de comandante, según lo que podía ver. Pasaba una y otra vez por mi mente. Accedí a su petición con una enorme sonrisa.
Así como si el tiempo no fuera un obstáculo emprendimos el camino en dirección de un área para comer. Yo realmente no sabía a dónde me podría llevar, ya que durante mi estancia en aquel sitio la comida se servía en el comedor comunitario y era pésima. En realidad más que pésima simplemente era incomestible. Yo prefería esa comida tan rica y tan única de mi México, pues antes de la llegara del régimen de la UNS yo gozaba comer; enchiladas, tacos dorados de pollo, mole, pozole y claro siempre acompañado de unas deliciosas tortillas.
Después de pasar a un lado del comedor. Tuve un gran alivio, puesto que no comeríamos ahí, pero una inquietud crecía ¿A dónde nos dirigimos? Me preocupaba mi seguridad, pues me encontraría bien después de a ver lastimado a un soldado y César estaría de mi parte o en complicidad con los militares. Seguíamos caminando y César se mostraba callado, mientras avanzábamos por una vereda. Vi un letrero con la leyenda “a tres pasos y medio” y justo enfrente un cuarto que colindaba con una entrada del campo de concentración, según veía era el límite de aquel horrible lugar.
Al entrar en el cuarto pude ver un escritorio, una cama, una pequeña radio, una mesa redonda, una cantina, entre otros objetos de uso común del hogar. César se dirigió a la cantina y  la abrió despacio, ya que estaba vieja y parecía que se iba a romper en cualquier momento pero no fue así. De adentro de ella saco una botella de tequila blanco, que tiene por nombre Herradura.
Nos sentamos en unas sillas de madera, y él sirvió en dos vasos el tequila, pero sujetando la botella bebió un trago profundo de ella y al terminar comenzó a hablar: “nuestra madre se encuentra bien, ya que la he protegido desde que me nombraron Comandante, pero Diego. Él no se encuentra bien”. Yo tomé el vaso y rápidamente me bebí el tequila. El sabor en mi garganta era delicioso, pues el tiempo que había transcurrido desde mi última bebida era largo. Después de saborear  mi bebida pregunté ¿Qué le paso a Diego? O ¿Por qué dices que no se encuentra bien?, mientras tanto César seguía bebiendo de la botella. Él volteó a verme directamente a los ojos y sin titubear dijo; “Diego está muerto. Lo mate”. Al escuchar esas palabras mi cuerpo se abrumo, no reaccionaba, ni siquiera podía abrir la boca cómo era posible que mi hermano Diego estuviera muerto y aun peor que su asesino fuera César.  

(Versión final)

domingo, 16 de octubre de 2011

He tenido un sueño

Por la mañana cuando sale el sol. Despierto solo recordando mi ilusión. Es difícil vivir de una manera vacía y conflictiva, triste y solitaria. Yo siempre imaginé vivir en una linda casa con un jardín gigantesco lleno de rosas o margaritas. Tener un par de hermosos hijos y verlos crecer, jugar, llorar que el tiempo transcurriera plácidamente. Besar a mi esposa y sonreír, mientras mi cabello se tornara de color blanco conforme el paso de los años. Disfrutar en compañía de la familia las fiestas de navidad y año nuevo, así como los cumpleaños. Brindar y charlar toda la noche, o soplar las velitas de un pastel y pedir un deseo.

Sé muy bien que deseo pedir si tuviera en este momento un pastel, pero no es tan sencillo como solo pedirlo o desearlo. Quisiera evitar sentirme mal, ya que no vale la pena hacer lo que me digan si al final me mataran. He sido un cobarde, pues solo escondo mis miedos para parecer fuerte ante Miguel, él cual, ha cambiado mucho su estado de ánimo. A pesar de que ya llevamos una semana en el campo de concentración y que Héctor regreso con nosotros. Simplemente Miguel no es el mismo que conocí hace unos meses atrás.

Héctor al contrario está furioso. No puedo culparlo conforme han pasado los días después del altercado. Su rabia hacia los soldados creció. Siendo está un estimulo para no quebrantarse. Puedo verlos haciendo sus tareas solo para no ser castigados con azotes o peor encerrados en un ataúd y enterrados vivos durante unas horas. Esto para que experimenten ansiedad, desesperación y al salir locura temporal.

Y lo sé porque tengo la desafortunada tarea de ser el cavador de tumbas. Hoy debo sepultar seis cadáveres, pues murieron de cansancio. Excepto uno, cuyo nombre era Òscar, o por lo menos así dice su credencial, quien fue estudiante de la UNAM. Ya es medio día y las piernas me tiemblan, la mirada se nubla y el sudor en mi frente es abundante. Un poco de agua es lo único que pido le repetía al soldado que me custodiaba, pero él solo giraba y me apuntaba con un rifle de asalto.

Harto del martirio y enojado tomé la pala y derribe a mi cruel opresor. Sin la suficiente fuerza para matarlo. Sé levantó rápidamente y apuntándome a la cabeza sin temor de apretar el gatillo, pues estaba dispuesto a maparme. Fue cuando pensé que era mi fin y que no volvería a ver a mi familia. De pronto una voz, fuerte y áspera, se escucho detrás de mí: “alto soldado no derrame sangre en vano, ni desperdicie munición. Retírese de inmediato”. Sentí un alivio fugaz, ya que había sido salvado cuando di media vuelta. Todo mi cuerpo se pasmo, mi garganta seca, mis manos temblaron y una lágrima broto. Aquel hombre era mi hermano César.



(Versión final)

domingo, 9 de octubre de 2011

En mi mundo

Al abrir mis ojos el cielo es de otro color. Hoy siento que los tiempos pasados eran mejor. Aunque confieso que antes no había igualdad económica y mi país era desordenado. De verdad era lindo. Aun trató de recordar esas caminatas por Garibaldi tan sublimes. Girar la cabeza de lado a lado y ver bailar a toda la gente que acostumbraba ir a divertirse o simplemenpe le quedaba de paso, o gozar la música de los mariachis, o lo estresante que era viajar en transporte público para llegar a tiempo a mis clases en la UAM-A.

Al contrario es realmente triste despertar todas las mañanas y realizar las mismas tareas asignadas por el régimen.

He dejado de estudiar debido a que me resultaba imposible, ya que tengo un trabajo agotador, pues en el tiempo que llevo alejado de mi familia comparto un cuarto pequeño con; Héctor y Miguel, dos amigos que conozco desde las fihas de reclutamiento. Que al igual fueron separados de sus respectivas familias.

Hoy nos toca trabajar en las alcantarillas. En lo personal no me desagrada, porque prefiero limpiar los ductos a recoger cadáveres de aquellas personas que se oponen a la UNS. Está no solo acaba contigo, sino que aniquila a toda tu familia.

Héctor y yo limpiábamos, mientras a Miguel le tocaba desaguar. A lo lejos del drenaje vimos correr a un niño que era perseguido por un par de soldados, cuando pasó junto a nosotros él tropezó y los hombres uniformados lo apresaron. Ni Héctor, ni Miguel, ni yo hicimos nada. Quedamos atónitos al ver los ojos de una carita llena de terror, mientras lo decapitaban sin remordimiento. Cerré los ojos, mordí mis labios y apreté mis nudillos dispuesto a lanzarme sobre esas bestias atroces. Todo pasó tan rápido. Al abrir los ojos era Héctor quien estaba encima de un soldado destrozando su cara contra el piso.

Poco después fuimos tomados prisioneros. Héctor mal herido, pues el otro soldado disparó contra él. Miguel temeroso de que nos hicieran lo mismo que al pequeño, ni se movió. Yo me repetía ¿por qué? Al subir a la calle nos empujaron hasta una camioneta; Miguel y yo evitando que Héctor se desangrara. Amarre mi camisa a su pierna y Miguel hizo presión sobre la herida, cuando disminuyo el sangrado lo cargamos y subimos.

El transcurso en la camioneta fue muy corto, al bajar nos encontrábamos en un terreno amplio con edificios en el centro y alrededor una barda de tres metros de alto. A Héctor se lo llevaron unos soldados, mientras que a Miguel y a mí nos condujeron dentro de las instalaciones.

Lo único que paso por mi cabeza. Antes vivía una vida feliz en un mundo de mierda, ahora vivo una vida de mierda en un verdadero infierno.

(Versión final)

lunes, 3 de octubre de 2011

Pandemónium

Bien, aquí estoy en unos de esos días en los que nadie te habla y las paredes del cuarto se te echan encima. Decidí que durante toda la tarde del sábado, deambularía por el centro histórico, con mi novia María de los Ángeles. Al llegar al Zócalo capitalino decidimos ir a comer. Era ya medio día y en el cielo se podía apreciar una gran cantidad de nubes. También se podía visualizar una gran afluencia de vendedores ambulantes, que es muy común en el centro de la ciudad de México. Poco después de pasar a un costado de la catedral, un hombre de gabardina negra y apariencia muy pulcra, chocó de frente conmigo, se disculpó y siguió su camino, de la misma forma proseguimos el nuestro.

Cuando nos encontramos de frente al restaurante, recibí la llamada telefónica de mi madre, lo cual me pareció bastante raro ¿Qué ocurrió? Fueron las palabras pronunciadas por mi boca. Alejandra, mi madre, con voz sumamente exaltada repetía ¿Dónde estás? ¿Cómo te encuentras? En ese momento un estallido se produjo cerca del Palacio Nacional y un segundo después otro más cerca del lugar donde nos encontrábamos. Lo que veía era impresionante, los edificios se derrumbaban y la gente no tardó en provocar caos. Giré la cabeza para buscar un lugar seguro pero lo único que podía ver eran cientos de personas corriendo y gritando. Ángeles me sujeto y gritando ¡corre! Fue como mi cuerpo pudo reaccionar y observar que aquel hombre de apariencia agradable era perseguido por un grupo de policías.

Ángeles y yo decidimos salir, lo más rápido posible, de aquel sitio. Nos dirigimos a la casa de mis abuelos cerca de la estación Romero Rubio, donde se encontraba mi madre y mis hermanos, Diego y César. Ellos se alegraron de ver que entrábamos por la puerta de la sala, pero no se movieron de su lugar y con un ¡shhh! pidieron silencio. Centré mí mirada en la televisión y quedé impactado, ya que era un anuncio dado por Jorge Zarza donde hacía mención al suceso, además, señalaba que no había sido el único,  sino que había replicas en todo el país. Sin decir quién o quiénes eran los responsables y por qué había ocurrido esta catástrofe.

Por la noche salí al patio para fumar un cigarrillo; se fue consumiendo lentamente sin que yo siquiera lo probara. En ese momento Diego gritó vengan, acérquense al televisor. Todos rápidamente lo hicimos, lo que se decía era absurdo, pues no solo ocurrió en México sino que también en: Estados Unidos, Argentina, Brasil, Canadá e incluso en Venezuela y Chile, los ataques a dichos países no son casualidad dijo el conductor. Informó que fue un ataque por la UNS (Unión de Naciones Superiores), la cual se forma de países como China, Japón, Alemania, Inglaterra, Rusia, Italia, entre otros. Y tienen como objetivo implementar la Ley Pandemónium en toda América y lo harán por medio de la fuerza si es necesario. 

Los siguientes días fueron de terror para todos mientras la angustia y el mal sabor de boca recorrió por mi familia. Se podría evitar o escapar de un futuro tan desolador. Poco a poco  fuimos invadidos por miles de soldados, que se encargaban de mantener un orden en la sociedad. Todas las familias fueron  divididas, mientras se buscaba romper la comunicación y evitar la creación de grupos de oposición o levantamientos en contra. 

Bien, han pasado ya seis meses desde que la UNS se centralizó en México, y aquí estoy en unos de esos días ¡ah! Qué lindo sería vivir en unos de esos días donde podía salir a divertirme, ahora todo es distinto, desde el simple hecho de estudiar. Las escuelas ahora son exclusivas de orden y de cultura europea, mientras la población vive en dos grupos; hombres y mujeres: y el contacto entre ellos es exclusivamente para la reproducción, pues no todos los hombres pueden tener hijos, sino que solo los más aptos en aspectos físicos e intelectuales. Todos tenemos tareas específicas, abrumadoras y francamente inhumanas. 

La Ley Pandemónium solo fue el comienzo. Tiempo después, se estableció un nuevo régimen cada vez más duro e inaceptable. No he vuelto a ver a mi familia, ni mucho menos a mi novia desde la entrada de los militares, solo me queda decir que ahora mí vida es una inmensa rutina. Sea vuelto un Déjà vu. 

(Versión final)